Abel Antón: “O triunfo en maratón, o me retiro”

El único bicampeón mundial español recuerda sus triunfos en Atenas 97 y Sevilla 99
Jueves, 10 de Agosto de 2023
Vicente Capitán
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Abel Antón en Atenas

Abel Antón (Ojuel, Soria, 24 octubre de 1962) lo tenía claro tras su actuación en los Juegos Olímpicos de Atlanta 1996: “Voy a probar el maratón, si me sale bien sigo unos años y si no, me retiro”. Así nos cuenta Antón, el único español que acumula dos oros mundiales al aire libre, lo que rondaba su cabeza el verano del 96 tras haber participado en los Juegos en los 10.000 metros.

El soriano contaba con un excelso bagaje como corredor de pista, destacando entre sus mayores logros el diploma olímpico en Barcelona en 5000 metros y el título de campeón de Europa de 10.000 dos años después en Helsinki. Además, de aquel Europeo Abel se trajo también el bronce en los 5000, “y aunque fui el único doble medallista de aquel equipo, se habló mucho más de lo que habían hecho Martín, Diego y Alberto en el maratón con el triplete”, cuenta.

“Llevaba tiempo pensando en dejar la pista y probar en los 42 kilómetros, pero como ellos lo hicieron muy bien ya se aseguraron las plazas para el Mundial del 95, y allí volvieron a estar muy bien y se cerró la posibilidad del maratón olímpico en Atlanta para los demás. Por eso fui retrasando mi debut. A esos Juegos, llegué muy bien, de hecho, hice 27:56 en semifinales, pero a mí hacer dos carreras tan seguidas en pista me venía fatal porque sufría mucho de gemelos y sóleos –en la final acabó 13º–, y como estaba en forma decidí alargar la temporada y debutar en maratón en Berlín. Eran dos meses cambiando el chip, me resultó muy fácil hacer kilómetros por arriba a esos ritmos lentos, tras estar acostumbrado a la pista, y me adapté muy bien. Mi única intención era debutar con una marca interesante, y llegó la victoria con 2:09:15”.

La vida atlética de Abel cambió para siempre, estaba a punto de cumplir 34 y desde aquel otoño su único objetivo fue el Mundial de Atenas 1997: “Fui en marzo a Corea a ganarme la plaza para el verano, la carrera fue táctica, hizo muy mal tiempo, jugué bien mis cartas y volví a ganar. En España teníamos un equipazo para aquel Mundial, además, era la primera vez que podíamos correr cinco atletas por equipo al ser Copa del Mundo y en España uno más al ser Martín el vigente campeón. Sabía que tendría mis opciones y que los ojos de todos estarían puestos en Martín, que defendía el oro y era el maratoniano de moda, en mi cabeza sólo pasaba estar atento a todos los movimientos que él pudiera hacer”

Para la preparación de su primer gran campeonato en la distancia de Filípides, el pupilo de Enrique Pascual eligió la humedad de Gandía, “donde estuve veintitantos días para aclimatarme a la humedad, muy parecida a la que tendríamos en Atenas. Allí hacía series y ritmos controlados por el paseo marítimo, la carretera que va a Xeraco y, puntualmente, en la pista. Hice algún 5000 por asfalto en menos de 14 minutos”, recuerda.

“Tras aquellas semanas estuve algo más de un mes en Soria de nuevo, porque siempre me ha gustado hacerlo antes de la gran competición. Allí tengo todo para entrenar fuerte y estar tranquilo, sin pasar mucho calor, descansando bien, con el monte de Valonsadero… Llegué a Atenas en muy buena forma y sin problemas. En aquella época hacía series largas de seis kilómetros y acumulaba tres, la primera a 3:00 el km, en la segunda bajaba a 2:52/km y la tercera a tope, sobre 2:46/48 el mil. Ese entreno, además, era en un circuito que no era totalmente plano y, por tanto, me decía que llegaba bien y podía hacer algo importante”.

Abel Antón

Aquel 10 de agosto del 97 los seis españoles que formaban el equipo español (Fiz, Alberto Juzdado, Diego García, Fabián Roncero, José Manuel García y el propio Antón) partieron de la explanada de Maratón junto a otros 105 deportistas, dispuestos a rememorar la leyenda de Filípides. A las 8:05 tomaron la salida con 28 ºC y casi un 50% de humedad. Abel dejó hacer y no se preocupó mucho con la galopada en solitario de Fabián Roncero, que había cazado al congoleño Kalombo, escapado casi desde el inicio.

Los 10 mejores atletas al paso de la media maratón marcaron 1:07:08 con Fiz, Roncero y Antón entre ellos: “Poco después Martín empezó a endurecer el ritmo, venía tirando desde atrás y sabía que tenía que estar con él. Nos quedaban aún muchos kilómetros de subida y él es un atleta muy fuerte para arriba. Nos quedamos solo los dos y la distancia con los demás no dejó de aumentar hasta alcanzar más de un minuto. Lo pasé mal hacia el kilómetro 32 porque tenía algo de flato e iba muy justo, pero faltaba poco para acabar la subida y me mentalicé para aguantar. Martín también se había entregado mucho tirando y el ritmo ya no era tan intenso. Pude salvar la situación, creo que Martín no se dio cuenta de que iba tocado y al empezar el llano y la bajada me encontré mucho mejor… Entonces supe que la victoria estaba mucho más cerca porque yo era más rápido que él, aunque en maratón pueden pasar muchas cosas y por eso fui a asegurar. Él me dijo que pasara a tirar, pero le comenté que no, que le sacábamos mucho a los de atrás y no había necesidad de tirar más”.

La historia del desenlace es conocida: a falta de 500 metros Abel pasó al ataque y relegó al vitoriano, que se descolgó unos metros y de ese modo entraron ambos en el estadio Panathinaikó. “Fue una llegada increíble, con ese estadio mítico, todo de mármol blanco. El doblete era algo histórico, Fabián llegó sexto, los demás compañeros detrás y ese gran título por equipos y el posterior premio Príncipe de Asturias de los Deportes a todo el grupo”.

Sobre la fiesta posterior tras un éxito tan importante, el campeón admite que “fiesta hubo poca porque estaba todo el mundo muy cascado, al acabar los pasillos del estadio parecían una guerra, muchísima gente con suero en camillas… como cuando los gladiadores acababan sus batallas, así que hicimos una cena todos juntos y poco más. La entrega de medallas fue al día siguiente en el estadio de atletismo con toda la grada llena y tuvimos una medalla diferente, con una corona de laurel y además en una entrega conjunta hombres y mujeres”.

La rivalidad Antón-Fiz y el Mundial de Sevilla

A partir de aquel momento en España los seguidores del atletismo eran o de Antón o de Fiz. Se escribió mucho sobre el pique entre ambos, si apenas se dirigían la palabra, etc. “Fue un pique real y lo veo lógico, éramos los dos mejores maratonianos del mundo y creo que esa rivalidad era natural. Los medios lo agrandaron un poco, teníamos rivalidad deportiva, sí, pero nada más. Salíamos mucho en los medios por ello y creo que eso fue muy bueno para el atletismo y el maratón en España. Hoy somos grandes amigos, llevamos años compartiendo charlas, eventos y no escondemos el pique de entonces, que quedó ahí, y creo que vamos a ser amigos para toda la vida, porque aquello fortaleció a ambos”.

Abel Antón

Aquel resultado llevó a Abel a firmar el contrato para correr Londres en 1998: “Aquella carrera la preparamos también muy bien. Era el mejor maratón del mundo y lo preparé para ganar, no para hacer marca. Me encontraba a gusto controlando las carreras y jugando para ganar. El Mouazziz se fue solo en la media maratón y hubo incertidumbre porque se fue mucho. Pudimos recortarle la diferencia y acabamos muy fuertes, le cogí en el kilómetro 41 y fue una gran ilusión porque gané y desde entonces casi no ha vuelto a haber campeones no africanos”.

El verano del 98 llegó el descanso para Abel tras muchos años. La victoria de Londres con 2:07:57 (aún 11º español de la historia) le había dado mucha tranquilidad, además de todavía más contratos publicitarios. La mente del soriano estaba ya en el Mundial de Sevilla: “La preparación fue muy parecida a la de Atenas, teníamos en cuenta que íbamos a correr por la tarde y con temperaturas muy altas, quizá no era lo adecuado para los deportistas, pero mandaba la tele y aquella maratón la vieron 6,5 millones de personas en directo”.

Las alarmas habían saltado en el entorno de Antón unas semanas antes: “Tuve problemas con una contractura muscular en los isquiotibiales y dudaba si podría llegar bien o no, fueron 15 días para recuperar aquello y no entrenar. El trabajo estaba hecho, incluso mejor que en Atenas, y teníamos mucha presión. Aparte de los dos últimos Mundiales, los españoles habíamos ganado muchos grandes maratones y teníamos muchas entrevistas, promociones, programas de televisión, etc. Fueron dos años de mucha presión”.

“Sabíamos que en Soria las condiciones climatológicas no son nada parecidas a Sevilla, pero yo hice como siempre, la parte final de la preparación en casa. Antes había estado unas semanas en la zona de Levante como para Atenas. Trabajé mucho la mentalización, sabía que era una oportunidad única al ser el Mundial en casa, con el ambientazo que hubo esos días allí. La carrera salió lenta y se escapó un atleta marroquí muy pronto y lo pillamos en torno al kilómetro 20, y poco después fue cuando se escapó el japonés Sato, que nos cogió mucha ventaja y hubo momentos de dudas”.

Pero Abel era ya un atleta muy experimentado, desde su debut en el 96 acumulaba tres victorias en cinco maratones, y pertenecía al selecto grupo de atletas que en Sevilla disputaba su sexto Campeonato del Mundo sobre siete celebrados. Por eso, su temple dejó hacer a los demás en los primeros ataques, sin aparente nerviosismo.

Poco después del paso de la media, Abel se dio cuenta de que el único español que iba junto a él era Alejandro Gómez y ni Martín Fiz ni Fabián Roncero, que había batido el récord de España por segundo año consecutivo en Róterdam, figuraban en el grupo: “Me extrañó mucho y entendí que algún problema tendrían. La clave fue estar atento a los italianos que empezaron a endurecer el ritmo para coger primero al marroquí y después para seguir tirando a por Sato. También se habían marchado el sudafricano Thys y el keniano Biwott, y entonces decidí tirar yo a por ellos. Nos quedamos hacia el kilómetro 35 Biwott, el italiano Vincenzo Modica y yo, en persecución del japonés, y todo el mundo recuerda el avituallamiento en el que Modica fue a por agua y yo pegué un tirón que le sorprendió y me dejó en solitario tras el líder… Cuando cogí a Sato a falta de cinco kilómetros sabía que la victoria estaba muy cerca, y poco después me quedé en solitario por delante. La llegada a La Cartuja, llena a reventar, los gritos, los aplausos, todo ello ha sido el momento más mágico que he vivido como deportista, nunca olvidaré que al entrar estaba en su concurso de longitud Yago Lamela, que ya había dado un salto muy largo que le ponía líder, nos miramos y nos saludamos”.

Abel Antón

La repercusión de su victoria en casa fue tremenda y Antón, a punto de cumplir 37, recuerda: “Me fui de vacaciones la semana después a Alicante y no podía salir a pasear por la playa porque todo el mundo me rodeaba, era increíble… Y durante mucho tiempo después en las carreras llevaba guardia de seguridad para protegerme un poco, porque todo el mundo quería hacerse fotos, saludarme y demás, y eso se debía a haber sido campeón del mundo en casa”.

Lo que más valora Abel Antón tras sus éxitos del 97 y 99 es que 25 años después de aquello la gente les siga parando por la calle para sacarse una foto, para felicitarle por los logros de entonces, etc. “El cariño de la gente es lo más bonito que le puede pasar a un deportista”.