Dani Arce, cuando la ría no supone un obstáculo

Tienen los nativos de las tierras del Cid reputación de gente recia, formal, disciplinada, recta… adjetivos todos ellos que bien ejemplifica este campeón, nacido en el olímpico 92, que proporciona grandes dosis de espectáculo cada vez que sus infinitas extremidades inferiores sortean con insultante facilidad los 91 centímetros de rigor cada 80 metros y el cénit llega cuando remueve el agua de la ría con la virulencia propia de su apodo, todo ello pulido, qué curioso, por un técnico al que le sobra experiencia, a pesar de ser Benjamín.

No recordará el lector ninguna actuación deslumbrante de nuestro protagonista como sub-20, tampoco en sus primeros años en categoría absoluta; lo suyo ha sido fruto del trabajo de hormiga, maravillosa paradoja si tenemos en cuenta su 1.91m de estatura; no ha sido hasta colocar el 3 en su casillero de edad cuando Dani ha destapado el tarro de las esencias aunque él, siempre humilde, la resta importancia, “soy un chico normal que he sabido aprender y valorar todo lo que ha ido aconteciendo en mi trayectoria deportiva, aprendiendo de mis derrotas o lesiones y por supuesto de mis pocas victorias (risas)"; lo de las ‘pocas victorias’ es cuando menos discutible…o ¿cómo puede calificarse entonces el estar totalmente incrustado en la élite mundial de los 3.000m obstáculos?; en todo caso, no es ese hecho en sí, sino el servir de espejo para los más jóvenes lo que más llena a Dani, “por supuesto, eso es lo más bonito para mí: trasmitir que nada es fácil, que nadie te regala nada y que solo con trabajo, constancia, autodeterminación y mucho tiempo se pueden conseguir las cosas; vivimos en una sociedad que nos quiere hacer ver y demostrar que todo es fácil y se consigue de la noche a la mañana, y lo único que nos venden es humo”; sabia reflexión de este gigantón, en todos los sentidos, que recuerda con auténtica emoción sus años como sub-20 cuando, aún sin acaparar titulares ni batir plusmarca alguna, compitió en las más relevantes citas de la categoría, “fue una etapa maravillosa que disfruté muchísimo; el mero hecho de ir a competiciones como el Mundial de Moncton 2010 o el Europeo de Tallin 2011 era ya un una  locura, disfrutaba muchísimo del viaje ya que eran las primeras veces que volaba y también de los compañeros”.

Tras esas experiencias internacionales, Dani se fijó en la niña bonita del atletismo, el 1.500m, dedicó las siguientes cinco temporadas a esa glamourosa distancia y le preguntamos si perseguía brillar como millero, “fue un consejo de mi entrenador, me encontraba muy cómodo en 1.500m y decidí probar ahí, pero en esa etapa no era lo profesional que soy ahora, por lo tanto no hubiera triunfado en ninguna especialidad”; ya con 25 años y la madurez correspondiente a ese cuarto de siglo retomó la senda del ‘steeplechase’ aunque no fue precisamente un camino de rosas, “fue una etapa difícil deportivamente, venía de una lesión, una fascitis plantar, de ocho meses, y de una maravillosa etapa en León, donde había estado de 2014 a 2017 entrenando con Villacorta y los ‘Lions Factory’; económicamente estaba ‘tieso’, por lo que me replanteé que tenía que ponerme a estudiar y a buscar trabajo; cuando volví a principios de 2017 a Burgos aprobé el examen de acceso a la universidad para mayores de 25 años, estudié Administración y Dirección de Empresas y mientras tanto estuve echando currículums, pero finalmente no llegué a trabajar ya que al correr la primera carrera y hacer 8:42 yo solo en León, eso me abrió puertas para poder luchar por la mínima del Mundial de Londres, esa carrera fue un antes y un después en mi carrera”.

Dani encarriló definitivamente su carrera en 2018, cuando se alzó con la medalla de plata en el Nacional de Getafe y se encaramó a la 6ª plaza en el Europeo de Berlín, “sí, ahí fui segundo de España, la mentalidad ya era diferente y empezaba a tener algo más de solvencia económica para poder cubrir el coste que me exigía mi preparación para poder  evolucionar”; le sondeamos sobre si alguna vez se ha arrepentido de haberse alejado tantos años de su prueba fetiche, pero tocamos en hueso, “no soy un tipo que se arrepienta de nada, el tiempo nunca para y hay que saber que siempre se puede hacer algo para ser mejor; no todos partimos del mismo sitio, hay gente a la que le  cuesta más llegar que a otra y en mi caso  la realidad es que ahora he hecho 8:08.45, así que mi proyección sigue intacta”; para los amantes de las cábalas, ese tiempo estratosférico, el tercero en la lista española de todos los tiempos, prácticamente garantiza romper la cota de los 3:40 en el 1.500, asignatura que quedó pendiente (3:42.46) en su periplo mediofondista, y que podría aprobar en cualquier momento siempre que el apretado calendario lo permita, “por suerte, cuento con un equipo de trabajo increíble: tanto Benjamín Álvarez como Roberto Cejuela son los que me aconsejan para poder formar mi calendario, pero te aseguro que ahora bajo de 3:40 (risas)”.

Dani es cariñosamente conocido en el circuito atlético con el apelativo de ‘el caimán’ y nos explica su origen, “es un apodo que viene de mi grupo de entrenamiento, de cuando estaba en categorías inferiores, por  cómo atacaba la ría y salía con facilidad, los conocéis como ‘el frente kaimán’; por cierto, el cocodrilo, salvo la relatada fascitis, no ha resultado pasto habitual de las lesiones, interesándonos por las claves para regatearlas, “no ser un atleta que necesite estar siempre en el foco y no tener que demostrar cada vez que salgo a competir, la temperada es muy larga”; como curiosidad estadística, Dani nació el mismo mes y el mismo año, abril del olímpico 1992, que el plusmarquista nacional de la especialidad, Fernando, el mismo que ha tirado del carro de los 3.000m obstáculos un lustro, y a quien Dani solía doblegar en categoría sub-20, “tengo buena relación con él y con todo el resto de compañeros atletas; con Carro llevo coincidiendo desde categorías menores, siempre sabía que era un atleta duro  de roer, pero ya le había ganado en anteriores categorías y eso me decía que le podía volver a batir en cualquier momento”; especialmente espectaculares resultaron las rectas finales de los Nacionales de 2019 (La Nucía) y 2020 (Madrid),  llevándose el gato al agua Carro en ambas ocasiones por 29 y 34 centésimas  respectivamente en sendos finales de infarto, “la verdad es que esa rivalidad me ayudó a ser  mucho más competitivo y a competir como lo hago ahora”, en 2022, aún sin la competencia del plusmarquista español, se le volvíó a resistir el oro patrio, en esa ocasión por 11 míseras centésimas en las que le aventajó Sebas Martos, preludio de, ¡por fin! sus dos lustrosos oros de 2023 y 2024 que cuelgan de su cuello, “era un título que me faltaba y fue algo muy bonito; llevaba tres platas y una retirada por patinaje artístico (risas) en Getafe y me dije “uff, por fin lo he conseguido; lo cierto es que nunca en un campeonato de España había tenía un rivalidad tan alta, con tan poca diferencia, como con Víctor Ruiz en 2023, él tenía 8:13 y yo 8:10, y por marca era mucho más difícil intuir quién  ganaría en comparación con cuando corría con Fernando, que tenía 8:05 y yo 8:18 en esos años”.