Ikram Rharsalla: una todoterreno en ruta y trail running

Un 2025 espectacular con medallas internacionales en Bruselas y CanfrancPirineos
Martes, 9 de Diciembre de 2025
Ainhoa Serrano
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Ikram Rharsalla
Foto: RFEA | Sportmedia y Josemi Muñoz

A veces el atletismo descubre talentos por caminos inesperados, y la historia de Ikram Rharsalla es una de esas que nacen sin pretenderlo, como un gesto pequeño que, con el tiempo, brota en algo extraordinario. Ikram no viene de la pista, ni del tartán, ni de esas historias clásicas de medallas escolares. Su relación con el deporte empezó casi de manera accidental, acompañando a su pareja, hoy también entrenador, a carreras de montaña “Yo no hacía antes pista ni atletismo”, cuenta con simplicidad, “yo único que hacía era jugar al fútbol con los amigos del pueblo”. Su entrada al trail running fue, literalmente, una invitación, “él ya corría por montaña… y fue ahí cuando me introdujo al mundo del trail runningl”.

Ese comienzo modesto, entre avituallamientos, montañas y caminos sin pretensiones, fue descubriendo una identidad que Ikram ni siquiera imaginaba. Una década después, compite internacionalmente con #EspañaAtletismo, donde suma un bronce europeo por equipos en ruta en la prueba de medio maratón y ha sido pieza esencial de la plata por equipos en el Mundial de Trail Running compitiendo en casa. No es habitual ver a una atleta destacar de forma tan natural en dos mundos tan distintos. Su polivalencia, ese término que hoy define su perfil como corredora, es algo que, sorprendentemente, ella solo empezó a reconocer hace muy poco, “fue a finales de la temporada pasada, mi pareja me propuso probar algo de ruta porque veía cualidades en mí”, recuerda, “le intrigaba ver hasta dónde podría llegar,  y tenía ganas de buscar un poco mis marcas… yo quería probar todo”.

 

El salto al asfalto abrió un mundo nuevo y complejo. La ruta exige una mentalidad diferente, más rítmica, más constante, “la ruta es más de ritmo… en trail running vamos más por sensaciones”, explica. Para ella, correr en llano tiene un punto liberador: le permite exprimirse más sin el castigo muscular de la montaña, “en llano puedo sacar entrenamientos que en montaña me cuestan… me ayuda a llegar a frecuencias cardiacas más altas”. Pero también reconoce su dureza psicológica: esa sensación de que cada kilómetro requiere precisión, de que el cuerpo se cede al asfalto.

Quizá por eso su debut en maratón, en Sevilla, fue una mezcla de ilusión y aprendizaje, “intenté correrlo como una carrera de trail running… iba por sensaciones y vino el tío del mazo”. Aun así, la progresión fue tan sorprendente que terminó clasificándose para el primer Europeo de Ruta en Bruselas, donde participó en el medio maratón. Aquella carrera la marcó más de lo que reflejan las listas de resultados, “me puse mala justo antes del viaje, iba con mascarilla y los medicamentos me pasaron una mala jugada estomacalmente… no podía sostener un ritmo continuo”, cuenta. A mitad de carrera, la urgencia de encontrar un baño la obligó a contemplar la idea de parar, “estaba en mitad de Bruselas mirando a todos lados pensando: Dios mío, dónde me meto”. Hasta que escuchó a los responsables técnicos: “¡Vais terceras!”. Y siguió adelante, “menos mal que no me rendí… ni de lejos imaginaba que íbamos a conseguir algo así”.

Ese bronce, con un equipo de solo tres mujeres que no dejaba margen para fallar, fue una confirmación inesperada de que la ruta podía convertirse en una parte real de su camino. Hoy asume que, si quiere seguir creciendo en maratón, deberá dedicarle más espacio, “si quiero buscar una mejor marca… tengo que dejar de lado el trail running durante unos meses”, reconoce. Compaginar ambas disciplinas es bonito, pero duro, “haces un día trail running con subidas y bajadas  y al día siguiente un entrenamiento de llano se complica”.

Aun así, este 2025 también la llevó al lado contrario del atletismo: la montaña en su máxima expresión, en casa, en el Mundial de CanfrancPirineos, con una plata por equipos en Short Trail y un 8º puesto individual que fueron el colofón a su gran temporada. Ese campeonato supuso una mezcla intensa de orgullo, responsabilidad y vulnerabilidad, “dos meses antes estaba un poco cansada mentalmente… la temporada se me hacía larga”, confiesa. La ruta, el maratón, la presión nueva… todo había sumado. Pero la concentración previa y el ambiente del equipo le devolvieron la chispa, “es la primera vez que he sentido de verdad lo que es pertenecer a un equipo y luchar por algo común”. Si tiene que describir Canfranc en tres palabras, no duda, “compañerismo, fortaleza y -morocha-”. Una canción que se convirtió en banda sonora involuntaria. “En cuanto la escucho me traslado a esos momentos tan especiales y únicos”.

 

Detrás de esa capacidad de competir en escenarios tan exigentes hay una historia personal que Ikram no esconde. Sus primeros años corriendo fueron intermitentes. Salía, volvía a parar y así una y otra vez. Faltaba continuidad, pero también faltaba algo más profundo, “estaba pasando un momento malo en mi vida… había algo dentro de mí que me decía: Ikram, se está desaprovechando una oportunidad”. El clic llegó en un viaje en 2019, acompañando a su pareja en una Copa del Mundo. Fue ahí donde vio lo que quería, “volví y dije: me voy a poner a entrenar en serio”. A los tres meses ya era décima en una Copa del Mundo de Trail Running. Luego llegó la pandemia, pero Ikram ya había entendido que el deporte podía ser un lugar al que pertenecer.

Hoy, aunque compite al máximo nivel, su vida está lejos de los privilegios. Es estadística en una empresa tecnológica, trabaja a media jornada y tira de vacaciones para poder viajar a campeonatos, “como trabajo en una empresa privada… tengo que coger mis vacaciones para competir”, cuenta con la naturalidad de quien ha aprendido a hacerlo posible. El teletrabajo le ayuda, pero no suaviza la exigencia que supone unir dos mundos que demandan todo.

En lo más íntimo, Ikram conserva un carácter fuerte, sensible y autoexigente que a veces se vuelve contra ella, “me cuesta confiar en mí… siempre pienso que lo que hago es insuficiente”, admite. Lo trabaja con su psicólogo y ha empezado a comprender algo importante, “los límites casi siempre me los pongo yo”.

Es por eso que, mirando al futuro, no quiere renunciar a nada, “El trail running siempre va a tener algo que me ate… no me veo dejándolo para siempre. Quizás diga un hasta luego durante un tiempo… pero volveré. Tengo ahora esa conexión con la montaña que me lleva a un momento feliz de mi vida”. La ruta, en cambio, es un territorio aún por explorar, una ventana que se ha abierto casi sin darse cuenta. ¿Y sus sueños? tampoco los oculta, “a corto plazo pienso en el Mundial de 2027, donde me gustaría clasificarme en maratón. También sueño como todo atleta con unos Juegos Olímpicos. Y si pienso en el trail running, me gustaría ser una de las mejores corredoras del mundo”, afirma con serenidad. Y si algún día llega esa oportunidad olímpica en ruta, Ikram no dudaría, “ahí sí que diría un hasta luego al trail running, pero diciéndole “espérame que volveré””.

En su mirada hay ilusión, pero también una honestidad desgarradora. Ikram Rharsalla es una atleta que simplemente transita un camino que no esperaba recorrer. Y en ese cruce entre la montaña y el asfalto, entre la duda y la confianza, entre el sacrificio y la recompensa, se está revelando algo más importante que un resultado: su identidad. Una mujer que aprende, que se cae y se levanta, que crece y que empieza a comprender que, quizás, a sus casi 30 años, su historia en el mundo del atletismo acaba de empezar.

 

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