Irene Sánchez-Escribano estará en la final de obstáculos

La justicia da la razón a Irene
Domingo, 4 de Agosto de 2024
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Paris 2024 - Irene Sánchez Escribano
RFEA/Miguelez Team

La atleta toledana, ausente en Tokio por una lesión a escasos días de competir, se clasifica para la final de los 3.000 obstáculos tras una actuación magistral en la que logró la mejor marca de su vida. Pasa a la semifinal de los 110 metros vallas Quique Llopis, mientras Asier Martínez, al igual que Jaël Sakura-Bestué en los 200 metros, deberá esperar a la repesca. Carolina Robles queda fuera en la prueba de la ría causando una buenísima impresión.

Fue en Pekín 2008, la última vez que hubo dos españolas en la final de los 3000 obstáculos (Zulema Fuentes-Pila y Marta Domínguez). Con ganas de actualizar esa efeméride saltaron al violeta del Stade de France Carolina Robles e Irene Sánchez-Escribano. Ambas compañeras de entrenamiento, ambas discípulas de Antonio Serrano. Había que pasar una criba complicada, tres semifinales en las que se clasificaban las cinco primeras de cada una. Sin repesca, sin tiempos, sin red.

La campeona de España, ya finalista en Tokio, partió en la primera. Desde el tiro empezó a desplegar su seriedad competitiva. Bien posicionada, avanzando con aire para poder sobrepasar cada obstáculo de manera limpia. A cola de grupo hasta que comprendió que su lugar estaba pelín más arriba, a la espalda de un grupo de cabeza al que ponía ritmo la ugandesa Peruth Chemutai (3:04.40 el primer mil), la única junto a la keniana Faith Cherotich con marca personal por debajo de los nueve minutos. La sevillana, con sus 9:22.19 conquistados este mismo curso, era la 10ª más rápida entre las 12 participantes (8ª si nos circunscribimos a 2024). No descomponía el gesto, avanzaba decidida, fácilmente identificable por su pelo corto y rojo. El segundo mil lo saldaron en 6:09.26. Poco después se fracturó el convoy cabecero, seis delante y Carolina, séptima al toque de campana, en tierra de nadie, con la esperanza de que alguna pagase el esfuerzo. No sucedió, pero puede estar orgullosa de su desparpajo en un escenario tan apabullante: 9:22.48, a un parpadeo de una personal best que no batió porque no todos los días una corre ante 80.000 personas y, a veces, también hay que levantar la vista y dejarse atrapar por el momento. Tiene margen más que de sobra para que esas míseras 29 centésimas desaparezcan (convertidas en muchos segundos) en cursos venideros.

Lo de Irene Sánchez-Escribano fue de los momentos más emotivos que viviremos en París. Hace tres años, ya con la tarjeta de embarque para Japón, se lesionó en el último entreno específico. Nuestra mejor obstaculista de la última década (seis veces campeona nacional y finalista europea) se desquitó con creces de aquel infortunio y tres años después transformó las lágrimas de tristeza en expresión de alegría. Lloraba y lloraba tras pasar la meta, y en zona mixta, y abrazada a los suyos (pocos atletas cuentan con el soporte de la barra brava de la toledana: tan ruidosa y simpática que se los rifaban las teles de aquí y de allá en los aledaños de Saint Denis). Lloraba por el pasado y el presente, pues sabe que había firmado la mejor carrera de su vida, aunque ella, modesta, declarase tímidamente: “Sí, puede ser”. Es. Quinta en su semifinal dictando una lección a nivel táctico, cronométrico y de gestión psicológica. Menudo dominio. Enchufada a volumen brutal, siempre escogiendo el movimiento correcto, ganando posiciones cada vez que el ritmo de la plusmarquista mundial, la keniana Beatrice Chepkoech (3:03.73), dejaba un nuevo cadáver por el camino. Irene tenía la sexta mejor marca personal y la octava del año. Y fe. Pero la fe sin control no sirve de nada, así que siguió trazando zancadas con escuadra y cartabón. A 6:11.93 se cruzó el 2000. A falta de dos vueltas iba sexta, se puso quinta justo después, en plena curva. En el fragor del cuerpo a cuerpo, tañir de la campana, llegó a estar cuarta. Perdía de nuevo esa plaza, pero era indiferente pues el quinteto estaba clarificado. Detrás un hueco que vigilar, aunque nunca llegó a ser amenaza real, por más que Irene recordase “el pequeño traspiés tras la última ría”. Desde dentro debió asustar, en la grada ni cosquillas. Era su día, nadie se lo iba a arrebatar (el mismo, 4 de agosto, en el que su amiga del alma, Marta Pérez, pasó a la final de Tokio; sí, qué bonito el atletismo a veces). De añadido un 9:17.39 que la sitúan junto a Marta Domínguez como las únicas de nuestra historia en romper la barrera de los nueve minutos y veinte segundos. “Me parecía increíble correr en un estadio con este ambiente, vine con Carolina (que se abrazaba a ella, llorando también) hace dos días para verlo y estar preparada. Ahora no me creo que vaya a poder disfrutarlo una vez más”, sostenía ante los medios. Tiene para hacerse a la idea hasta el martes 6 de agosto a las 21:20 de la noche.

La siguiente vez que vimos los colores de España Atletismo en la jornada de mañana los lucía Jaël Sakura-Bestué en la cuarta serie de primera ronda de los 200 metros. Alcanzaron las semis las tres primeras de las seis carreras y el resto tendrá una nueva oportunidad en la repesca (mañana a las 12:50). Es el caso de la pupila de Ricardo Diéguez ‘Panter’, cuarta con 23.17 (28ª de las 45 del sumario).

A continuación, el turno de los vallistas. Primero el subcampeón de Europa, calle nueve de la primera de las cinco series de primera ronda. Pasaban a las semifinales del miércoles (19:05) los tres primeros de cada una más los tres primeros tiempos (el resto tenía el consuelo de la repesca, el martes a las 10:50). Quique Llopis resolvió el trámite por la vía rápida, segundo con 13.28 tras el japonés Rachid Muratake. Acto seguido se colocaba en el carril del cinco Asier Martínez, sexto en Tokio, dispuesto a emular a su compañero en la segunda serie. Corrió en 13.47, así que deberá esperar al martes a las 10:50 para sacar esa clase que le ha convertido en uno de los mejores especialistas en resolver esprints de 110 metros salpicados de barreras.

Paris Quique Llopis

 

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