
Alguien que mejora en ¡23 centímetros! su plusmarca en el momento cumbre de la temporada es un competidor colosal y aquel que se juega el pase a la final en un desesperado tercer ensayo y sin saber qué está fallando, demuestra estar hecho de una pasta diferente; ocurre que ambos hitos convergieron en Bergen firmados por Pablo, pionero en ganar un oro continental sub-23 en triple; en realidad, el éxito ya se barruntaba desde que su padre, como buen discóbolo, lanzara la idea de que se entrenase con, agárrense, don Ramón Torralbo, de quien huelga dar detalles.
Pablo escribió su página más brillante en el atletismo alzándose con un brillantísimo oro, gesta que valora así, “aunque poco a poco me voy dando cuenta de lo increíble que suena ser campeón de Europa, no sé si en algún momento llegaré a ser completamente consciente de ello; es algo muy, muy especial para mí, para mi entrenador y para todos mis compañeros de entrenamiento. A lo largo de este año sabía que podía hacer un buen papel en el Europeo, incluso llegué a pensar en las semanas previas, en las que tenía mucha confianza en mí mismo, que podía ganarlo, pero de ahí a conseguirlo siempre hay un escalón muy grande.”
Como en el más apasionante thriller, la presencia de Pablo en la final estuvo pendiente de un hilo, llegando a estar en un tris de no alcanzar la final, tras un nulo y un intento de 15.25m que se intuía insuficiente para pasar el corte y nos relata así su odisea, “siendo realistas, la calificación fue un completo desastre, pero para mí tiene mucho más valor que la propia final; mi buen estado de forma hizo que la carrera se desajustara completamente y la sorpresa llegó en el primer salto: me frené porque me sentía completamente fuera de sitio al llegar a la tabla; pensé que eran los nervios y me concentré en el segundo intento: no necesitaba una gran marca para pasar, solo un salto normal y válido, pero volví a sentirme fuera y, por pura impotencia, acabé saltando casi desde parado, después de frenar en plena carrera y cuando vi el 15.25m en la pantalla saltaron todas las alarmas: estaba fuera de la final y fuera del Europeo; para el tercer intento estaba desmotivado, con una sensación de impotencia por no saber qué hacer ni qué cambiar, pero cuando me volví a frenar en la carrera, algo hizo ‘clic’ en mi cabeza y me dije a mí mismo: ‘esto no se acaba aquí’, aceleré en el último apoyo y logré saltar lo necesario para pasar a la final; aún no sé cómo conseguí sacar tanto, 15.91m, prácticamente desde parado; considero que ahí estuvo el oro del Europeo, no en la final”; tremenda sentencia la del nuevo monarca continental, que afrontó el concurso definitivo tan aliviado como henchido de moral y deseosos de demostrar su exquisito estado de forma, “al llegar al hotel y hablar con Claudio Veneziano, mi entrenador Ramón Torralbo y un compañero y amigo que también es entrenador, Manuel Sainz de Aja, conseguimos averiguar cuál había sido el problema con la carrera: estaba corriendo más rápido que nunca y necesitábamos mover la carrera dos zancadas hacia atrás; al tener eso claro me entró una confianza brutal, porque sabía que estaba para saltar mucho y, si mis rivales querían ganarme, iban a tener que volar”.
No volaron, o al menos no tanto como Pablo, que debutó con unos buenos 16.16m que le ubicaban provisionalmente en posición de bronce; si bien no mejoró en sus dos siguientes ensayos, los fuegos artificiales arribaron en la cuarta tanda cuando el nativo de Astillero, que había caído a la cuarta plaza, destapó el tarro de las esencias, incrementando en no menos de 23 centímetros su plusmarca personal para aterrizar en 16.55m, “el primer salto me dio la confianza que necesitaba para estar tranquilo de cara a pasar a la mejora, y ya solo tocaba ‘enganchar’ el salto ganador; en cierto modo no me sorprendió ver los 16.55m, ya en Badajoz en el sub23, donde salté 16.32m, sabía que estaba sobre esas marcas, pero sí que me hizo ilusión conseguirlo en una competición importante, que siempre puede costar más”. En no pocas ocasiones, el campeón renuncia a su último intento si ya tiene asegurado el oro, pero no fue el caso del cántabro, que nos desvela cuál era su motivación, “mis amigos se ríen porque saben que soy un ‘picón’; muchas veces he mejorado mis marcas porque algún rival me ha adelantado... y yo se la devuelvo a continuación, me encanta que me reten, es algo que me ayuda a sacar hasta la última gota de competitividad que tengo; cuando ya sabía que era campeón, solo pensaba en sacar un salto realmente bueno, uno que sabía que tenía en las piernas y estuvo a punto de salir; para mí, la competición no estaba acabada: todavía quería más”. Le preguntamos si se apercibió pronto de que ese cuarto salto medido en 16.55m suponía estar ya, por primera vez, más cerca de los 17m que de los 16m, “los saltadores sabemos si un salto es bueno o no solo con las sensaciones, es una cuestión de repetición tras repetición y cuando haces algo fuera de lo normal lo notas, es instinto; además, al corroborarlo viendo el 17 cerca en la regla ya sabes que ha sido un salto importante; no sabría decir qué fue diferente porque los tiempos entre salto, el tiempo de vuelo…al final son solo décimas de segundo, pero el cuerpo lo sabe, es difícil de explicar”.
Pablo también presume de una mejor marca de 7.76m en longitud, de la que se quedó a un mísero centímetro en el Nacional absoluto de Tarragona, pero le tiene echado el ojo a los icónicos 8m, “creo que tengo los 8 metros en las piernas y me hubiera llenado de orgullo haberle regalado algo así a mi entrenador en Tarragona, pero estoy convencido de que saldrá el año que viene, o el siguiente. La próxima temporada la voy a pasar estudiando un máster en la universidad de Miami y contaré con el apoyo de un gran grupo de velocistas que van a conseguir que exprima aún más mi punto débil, la carrera, por lo que creo que aún tengo un margen de mejora amplio en la longitud”. No por previsible hay que dejar de plantearle la pregunta del millón, cuándo se decidirá por una de las dos disciplinas horizontales, “a día de hoy lo fácil sería decir que el triple, pero soy realista, conozco mis puntos fuertes y débiles; no sabría decantarme por una prueba a futuro, pero sé que dentro de no mucho tendré que decidirme por una si quiero intentar clasificarme para los Juegos Olímpicos de 2028 y quizá el año que viene sea el último en el que pueda seguir doblando prueba. Personalmente, y como otros tantos saltadores como Jaime Guerra con quien lo hablé recientemente, mi prueba favorita es el triple, no tengo dudas, su complejidad técnica es un atractivo especial que no encuentro en la longitud, pero actualmente no puedo decantarme por una u otra, los próximos dos años van a ser cruciales para saber por cuál de las dos decidirme”.
No todo el mundo tiene precognición de los antepasados atléticos de Pablo, “empecé haciendo atletismo en la escuela municipal de El Astillero (Cantabria), con 6 años. Mi padre, Abraham Delgado, fue lanzador de disco bastante bueno de hecho (56,30m, récord de Cantabria absoluto) pero nunca me quisieron apuntar por seguir sus pasos, siempre me dieron libertad y salió de mí el querer apuntarme; no fue hasta los 12 ó 13 años cuando me moví a Santander a entrenar con Ramón porque mi padre le conocía y pensó que sería lo mejor a futuro; al principio, como la mayoría de niños, quise hacer 100 metros pero el tiempo te va reubicando a otras pruebas en las que parece que se aprovechan mejor las cualidades de cada uno. Ya en sub 16 gané mi primera medalla en un campeonato por federaciones autonómicas, una plata con 13,62m en triple y desde entonces he seguido ‘picando piedra’ hasta saltar casi tres metros más”.
Radiografiando el trío de brincos que conforman su especialidad, Pablo analiza, “siempre he destacado por tener un buen primer salto: el hacer mucha longitud ha sido un arma de doble filo, porque avanzaba mucho, pero me he lesionado por ello; este año, tras un edema óseo en el astrágalo, que todavía sigo teniendo, me puse serio con el tema y solo había dos opciones: o aprendía a apoyar bien el pie al caer para no hacerme daño o tenía que dejar la prueba, que viendo lo bien que iba con la longitud era una opción que estaba sobre la mesa; eso fue un antes y después, no sólo me ha dado confianza con mi primer salto, que como ya he dicho pienso que es mi punto fuerte, sino que me ha permitido mejorar mi segundo salto, el cual es mi peor salto, por lo que creo que aún tengo bastante margen de mejora: eso no solo lo pienso yo, mi entrenador y más entendidos que me han visto opinan igual, no obstante queda mucho trabajo duro por delante; siempre he sido una persona con suerte, pero también pienso que la esa suerte se da cuando se juntan la oportunidad y la preparación adecuadas”: Madura y sabia reflexión la del triplista del Fent-Camí Mislata, que glosa ahora la figura del gran Ramón Torralbo, “como entrenador es un 10; en mi opinión, y en la de muchos entendidos, es de los mejores de España y del mundo en cuanto a pruebas técnicas se refiere. Tiene un ojo con más de 40 años de experiencia, sabe exactamente qué debe corregir para que sigas mejorando y no necesita cámaras lentas para hacer correcciones; además, es un entrenador que siempre lo ha hecho por amor al arte, sin esperar nada a cambio ni cobrando a sus atletas, pero como persona es aún mejor, siempre está ahí para lo que haga falta, para apoyarte si estás mal, para frenar si hay que frenar y para apretar si hay que hacerlo: Ramón sabe sacar el máximo de los que entrenan con él, no estoy seguro de que hubiera saltado 16.55m si hubiese estado con otro entrenador”, zanja un rendido Pablo.
Si hay una especialidad especialmente lesiva ésa es la suya, aunque sus estudios universitarios coadyuvan a evitar riesgos, “el triple es una especialidad muy lesiva, haber estudiado Ciencias de la Actividad Física y del Deporte ha sido algo fundamental para entender las lesiones que he ido sufriendo; es complicado evitar las lesiones pero es muy importante entenderlas, sacar la razón causante y aprender de ellas evitando en la medida de lo posible que se repitan; es por eso que mi sinergia con Ramón funciona tan bien, el confía en mí y me da algo de libertad con esos temas, pudiendo gestionar mis tiempos en las lesiones que he podido sufrir, siempre acompañado del mejor fisioterapeuta que conozco, Carlos Navedo; no tengo ningún plan especial para evitar lesiones, simplemente intento escuchar a mi cuerpo mucho y aprender de todo lo que me va pasando, tanto de lo que me funciona como de lo que no”. A sus 22 años Pablo es ya un flamante graduado, aunque la aventura del saber continúa y, como anunciaba, esta vez le llevará allende de nuestras fronteras, “me gradué en junio, de momento salvo por necesidad no tengo previsto empezar a ejercer, quiero seguir formándome lo máximo posible; mi objetivo es ser preparador físico de atletas o equipos deportivos y por ello el curso que viene voy a la Universidad de Miami, una de las mejores universidades del mundo en este ámbito, para estudiar un Máster en fisiología aplicada al rendimiento deportivo; creo que allí voy a tener las facilidades adecuadas para dedicar tiempo al estudio y a mi carrera deportiva de un modo que en España es muy difícil sin la ayuda de patrocinadores como es mi caso”.
Quién sabe si será allí en Florida donde Pablo aterrice más allá de los 17m por vez primera, “hace años lo veía como un sueño, ahora mismo es algo más que eso, es una posibilidad que ojalá pueda cumplir; uno de mis objetivos siempre ha sido intentar ser el único atleta español en superar los 8 metros en longitud y los 17 metros en triple salto; creo que estoy en una buena posición, pero me queda mucho trabajo por delante si quiero lograrlo, sobre todo los 17 metros porque, aunque el último salto del Europeo me da mucha confianza, no deja de ser una marca que solo han logrado dos españoles en toda la historia, Jordan Díaz, y mi ejemplo a seguir desde hace años, el gran Pablo Torrijos, que sin ser el más talentoso de su generación, logró la impresionante marca de 17.18 metros gracias a su determinación y a su cabeza”.
Acerca de la creciente rumorología sobre un posible cambio en la regla de los saltos horizontales, Pablo se expresa con meridiana claridad, “estoy del mismo lado que la mayoría de saltadores: implementar esa norma cambiaría la disciplina por completo. Los saltos horizontales no solo miden quién salta más, sino quién es capaz de hacerlo desde una zona limitada; en muchas competiciones se ve que las medallas no se las lleva quien más salta, porque la mayoría tenemos capacidades similares; lo que realmente marca la diferencia es la capacidad de ajustar al máximo, de saltar lo más cerca posible de la tabla, sin pasarte; dicho eso, creo que el método actual para determinar si un salto es o no nulo no es preciso y debería revisarse al dar demasiada libertad al interpretar el fotograma en el que se considera nulo, según si pasas la vertical; para mí, lo que debería importar de verdad es si haces uso o no del suelo en la zona nula. Si lo tocas y lo utilizas, no vale. Si no lo usas, no debería ser nulo”.
Acudía Pablo pletórico de ánimo al absoluto de Tarragona, “le tengo un cariño muy especial la pista de Tarragona porque allí gané mi primer Campeonato de España, un Sub-18, y fue también donde superé por primera vez los 16 metros, lo que me dio acceso al anterior Europeo Sub-23, hace ya dos años”; en la pista ‘Natalia Rodríguez’ Pablo aspiraba a revalidar pódium tras su agónico bronce en triple del año pasado en La Nucía y a dar un serio susto a los prebostes de la longitud, pero la suerte no le acompañó, “sigo arrastrando el edema óseo del tobillo izquierdo, que se me volvió a irritar después de la final de Bergen, aunque pensé que no sería nada grave; a competición de longitud tuvo un nivelazo, no es habitual ser 7º con 7.75m; estaba cómo un avión, tuve un par de saltos muy prometedores, pero simplemente no los enganché valido y uno de los últimos saltos alargué en la batida y me hice bastante daño en el tobillo, el edema otra vez, y ahí supe ya que estaba fuera; en el siguiente salto empeoró y al día siguiente tenía problemas hasta para hacer un trote; por cierto, hay mucha gente que opina que debería haberme centrado en el triple y no haber competido en longitud, pero mientras tenga un entrenador que sabe lo que valgo y confíe en mí para tomar mis propias decisiones, el resto de opiniones no solicitadas son palabras vacías; soy lo suficientemente competitivo como para combinar ambas y dar la misma guerra a nivel nacional”. Quien sabe si esos comentarios ventajistas no han provocado sino despertar a la fiera…