¿Quién fue Juan Sastre?
Muchos jueces jóvenes y menos jóvenes preguntan a menudo (más cuando se convoca o concede la Placa Juan Sastre, - ¿Quién fué Juan Sastre? -. Los que ya no cumpliremos 50 años, nos tomamos la libertad de referirnos a él con el cariñoso nombre de "Juanito". Todos suponen que debió ser alguien muy importante en el atletismo, y saben que fue juez en cuya memoria se instituyó la concesión de la Placa que lleva su nombre para premiar al juez que más se haya distinguido en el desempeño de su labor. Para saber quién fue y cuáles fueron sus méritos, hemos recurrido a la entendida y brillante pluma de D. Pedro Escamilla, periodista que vivió intensamente con Juanito Sastre el atletismo de aquella época. Esto nos envía:
Recuerdo a Juan "Juanito Sastre de diversas formas. Le recuerdo de sus tiempos de atleta, en la pista de la Ciudad Universitaria (aquella vieja pista inaugurada el 19 de noviembre de 1.931, con cuatro calles en su trazado general y cinco en la recta), defendiendo los colores de la Universidad de Derecho, con una camiseta blanca, cruzada en diagonal por una franja negra, sobre la que se incrustaba, al estilo norteamericano, una gran "D", inicial de Derecho. Alto, espléndidamente dotado, era un campeón indiscutible de 400m, aunque claro, sus marcas no eran, comparándolas con las actuales, lo que se dice extraordinarias, si bien eran buenas para su época. Perdonadme si creo que su mejor marca fue de 52"4. Tal vez unas décimas más, pero nunca por encima de 53 segundos.
La aparición de otro vasco, Landicho, muerto creo, en la guerra civil, le hizo perder su vitola de Campeón de Castilla. La feroz guerra respetó su vida, y ya en la paz, fue uno de los principales adalides del atletismo español. Miembro destacado en el equipo de la Asesoría de Educación Física del Frente de Juventudes, de las Federaciones Castellana y Española, Juanito fue todo, director de reunión, juez árbitro, juez de lanzamientos, cronometrador.... Se sabía no sólo el reglamento sino que - perspicaz-, "se sabía" todos los trucos posibles que podían inventarse los atletas para tratar de engañar a los jueces; valga una anécdota: En un encuentro Castilla-Cataluña disputado en Montuich, Ernesto Pons (espléndido saltador de altura) lanzó peso, que no se le daba mal. Por aquel entonces el reglamento prohibía el uso de muñequeras. Pons llevaba en el brazo de lanzamiento y, para ocultarlo, sujetó la manga del chándal a la altura precisamente de la muñeca. Juan se percató pero se hizo el mudo. Cuando uno de los lanzamientos alcanzó una distancia que equivalía a ganar uno o dos puestos, Juanito denunció el caso. Obligado Pons a descubrir el brazo, se observó el uso de la muñequera. El tiro fue declarado nulo. No se le escapaba nada.
Aprendí de él mucho de lo que sé de atletismo. Me enseño a medir pistas, a interpretar el reglamento, a ser honesto en el cometido de juzgar, a cronometrar, a distinguir las posiciones en las llegadas apretadas... Me enseñó mucho de lo que yo ignoraba... Fue inflexible en la aplicación del reglamento, en el respeto a las reglas y a los adversarios, en saber aceptar las derrotas y a saborear sin estúpida soberbia el dulce placer del triunfo. Jamás antepuso, que yo sepa, su criterio a la justicia. Fue eso sí, implacable con la aplicación del reglamento. Gran organizador, lo fue todo en atletismo, dirigente, organizador, pedagogo... y fue desde luego amigo. Un amigo con el que tuve roces (llegamos a tratarnos de usted a causa de nuestras discrepancias), pero por el que siempre sentí, además de un suave afecto, una tremenda admiración.
Se nos fue el 1 de diciembre de 1967. Un infarto se lo llevó de este mundo en plena madurez. Bilbaíno de nacimiento, se sintió siempre un gran español. Porque lo era.
Por Pedro Escamilla. Publicado en Decalaje número 22 - Septiembre 1994